La
influencia que las mujeres tuvieron en la vida de Cervantes reviste un especial
interés por la interrelación existente entre la biografía del autor y su obra.
El contexto familiar de Cervantes es decisivo a la hora de analizar la actitud
que podríamos llamar, salvando las distancias, “feminista” de muchas de sus
piezas literarias. Cervantes tenía tres
hermanas a las que admiraba, así como una hija y una sobrina que siguieron la
estela de estas, por lo que en sus obras defiende un tipo de mujer muy similar
al que ellas representaron: liberal, culta, fuerte y autónoma, y que tenía ya
antecedentes en otras antepasadas cervantinas, entre ellas su madre, Leonor de
Cortinas.
Mientras
que la novela y el teatro del Siglo de Oro se basaban en los convencionalismos
sociales del momento, según los cuales la voluntad de las mujeres se veía
anulada ante el dominio del padre, o en su defecto el tío o el hermano, y más
tarde del marido, por lo que las féminas habían de recurrir a la astucia y el
disimulo para conseguir sus objetivos, la actitud de Cervantes contrasta
poderosamente con la del resto de autores.
Las
mujeres que aparecen en las obras de Cervantes son mucho más independientes y
autónomas. La mirada del autor hacia esas actitudes es muy tolerante y
comprensiva por lo que representa una innovación en lo que a la visión sobre
las mujeres respecta. En ningún momento observamos que el escritor censure o
critique tal independencia, más bien al contrario: la defiende como una manera
de reivindicar la dignidad de sus personajes femeninos.
En sus
entremeses, como El viejo celoso y El juez de los divorcios,
Cervantes aborda el problema de la falta de autonomía y libertad de las mujeres
en el matrimonio al ser consideradas prácticamente objetos en manos de los
varones. Las esposas sufrían la terrible carga de llevar sobre sus hombros la
honra de los maridos a quienes sólo les unía un contrato forzado, pero no el
amor. Ante este problema, nuestro autor se sitúa con una lucidez especial que
le lleva a denunciar estas situaciones profundamente injustas. El orden
establecido tras el Concilio de Trento impedía desenlaces audaces en estas
tramas matrimoniales, pero la posición de Cervantes queda clara en el
planteamiento del conflicto: los personajes femeninos denuncian la manipulación
de que son objeto y manifiestan su desengaño ante la opresión que significa la
institución matrimonial tradicional. A través de ellas, podemos observar la
disconformidad del autor así como su simpatía por las relaciones basadas en el
amor. Es más, en Laberinto de amor, Cervantes reivindica el derecho de
las mujeres a satisfacer sus necesidades sexuales y sentimentales al disculpar
la supuesta deshonra de Rosamira.
Las
mujeres en las obras de Cervantes son personajes luminosos que a menudo salen
triunfadoras y se manifiestan en plano de igualdad con los hombres, e incluso a
veces se muestran en clara superioridad. Es el caso de Preciosa, la
protagonista de La Gitanilla, que es descrita como sagaz y muy
inteligente, con gran capacidad deductiva y lógica, pero que además se presenta
como honesta y honrada, virtuosa y con don de palabra. O de la bella Isabela de
La española inglesa, joven hermosa y de elevada educación, a la que el
rechazo de un matrimonio le acarrea un envenenamiento con la consiguiente
pérdida de salud y belleza, que consigue recobrar gracias a su tesón.
El
espinoso asunto de los malos tratos es abordado en Rinconete y Cortadillo
con la historia de Juliana de Cariharta, que es golpeada y violada por su
amante, y encuentra consuelo en una de las pupilas de Monipodio, Gananciosa. Se
pone de manifiesto en ese pasaje la solidaridad femenina frente al agresor al
mismo tiempo que la ceguera de la mujer maltratada quien por amor intercede a
favor de su maltratador.
La complejidad de los personajes
femeninos es abordada a veces por medio de “dobles” que reflejan la múltiple
visión que de ellos tiene el resto de personajes. Es lo que ocurre con la
Auristela/Sigismunda de El Persiles, en donde la interpretación plástica
del personaje, Auristela, provoca más peripecias que la propia persona de Sigismunda,
o el más claro y conocido de Dulcinea/Aldonza. Sea como fuere, lo cierto es que
las mujeres de la obra cervantina poseen cualidades a veces contradictorias,
por lo que su complejidad es difícilmente abarcable. Y es justamente en esa
contradicción en donde radica la genialidad de estos personajes femeninos
únicos en su tiempo.
Por todo ello, es alentador comprobar
cómo nuestro autor más universal, el Príncipe de los Ingenios, rompe con la misoginia,
tan común en todas las tradiciones literarias, y en sus obras siempre pone de
manifiesto su admiración por la fortaleza, la libertad y la independencia que
muestran los personajes femeninos así como su complacencia ante las mujeres inteligentes,
ilustradas y cultas cuyos valores intelectuales ensalza y, a diferencia de
otros autores, jamás ridiculiza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario