miércoles, 10 de agosto de 2016

RUTA "BAELO CLAUDIA, SINFONÍA DE MAR Y PIEDRA" PARA EL 3 DE SEPTIEMBRE


Primero Telethusa, ¡pobre y vieja Telethusa!, sufrió un tirón en sus castigadas lumbares, fruto de la pérdida de entrenamiento de sus caderas, esas que antaño levantaban pasiones, luego Quinto Sertorio nos contó no sé que de unas estrategias que tenía que preparar y ocupaban todo su tiempo, más tarde fue Julia Balbilia, de los Balbus de Gades de toda la vida, la que se excusó pues tenía que atender a Vibia Sabina, entre rabiosa y deprimida después de que su esposo descubriera sus amores con Suetonio, ¿qué iba a ser de nuestra ruta sin tan ilustres invitados? 

No pasa nada, todo tiene solución. Baelo Claudia ha esperado siglos paciente nuestra visita, puede hacerlo unas semanas más.

El sábado 3 de septiembre os esperamos junto a todos ellos y a otros más para llevaros en alas de la Literatura y la Historia hasta esos siglos en los que la mágica ensenada de Bolonia acunaba entre las olas el bullicio de una ciudad industrial y un puerto, nexo de unión con el Norte de África: Baelo Claudia.

No nos faltéis. Y, por favor, disculpad a nuestros preclaros invitados y, de paso, a los organizadores de esta ruta. Razones ajenas a su voluntad han obligado a este aplazamiento.

lunes, 8 de agosto de 2016

UNAS RENOMBRADAS MUCHACHAS GADITANAS

Estrabón (63 a. C.-19 o 24 d.C.)   ya hablaba de ellas en su obra magna. El geógrafo, que nunca había pisado la Bética, tomó prestado el dato del estoico Posidonio (135 a.C.-51 a.C.), quien sí había estado en Gades estudiando el flujo de las mareas  y allí había recogido la memoria de una expedición realizada por Euxodos de Cnido en tiempos del monarca egipcio Evergetes II (146-117 a.C.). El sabio griego había llegado a la bahía gaditana con la intención de circunnavegar África para lo cual, nos informa el autor de Geografía, “fletó un gran barco y dos navíos menores, semejantes a los de los piratas; embarcó muchachas músicas, médicos y otros técnicos, y se hizo a la mar, hacia la Indiké, empujado por los vientos zéphiros” (Geog. II, 3, 4).

Tales muchachas músicas eran sin lugar a dudas esas bailarinas que tenían reconocida fama en todo el Imperio y a las que se conocía como puellae gaditanae, incluso si, aunque béticas, no eran nacidas en Gades.

En Roma, estas bailarinas eran tan famosas y deseadas o más que las sirias por sus danzas sensuales y juguetonas y sus cantos insinuantes y a veces tan picantones como un cuplé carnavalesco. El poeta Marcial cuenta que en la entrada triunfal de Cecilio Metelo tras las guerras sertorianas (74 d. C.) en el cortejo desfilaron muchachas de Gades que llamaban la atención por sus pies traviesos y el son de sus crusmata baetica (castañuelas). Y Plinio el Joven se queja en una carta dirigida a su amigo Septicio de que este haya rehusado sus humildes manjares y sencillas diversiones por asistir a un banquete en el que le ofrecieron “ostras, coñetas, erizos de mar y gaditanas” (y no, no lo invitaron a comer en la Caleta, que el banquete tuvo lugar en Roma y no en Gades). Y el antes citado Marcial también invita en uno de sus Epigramas (V.78) a su amigo Toranio a una cena modesta sin gaditanas, de las que tiene una opinión fluctuante: lo mismo las considera lascivas y rebuscadas que se solaza en describirlas con deleite y espera impaciente pasar una velada junto a una de ellas.

Mucho más pacato se muestra Juvenal quien, tras pintar a las bailarinas como la lujuria personificada, afirma  que ese tipo de espectáculos no entraría en su casa (Sat. XI. 162 y ss.): “Acaso esperes muchachas gaditanas que en coro se pongan a entonar lascivos cantos de su país y enardecidas por los aplausos, exageren sus temblorosos movimientos de cadera, y las jóvenes esposas que, tendidas junto al marido, contemplan este espectáculo que sólo contado en su presencia debiera ya ruborizarlas. Son acicates de unos deseos languidecientes y estímulos apremiantes de nuestros ricos. Mayor es, sin embargo, esta voluptuosidad en el otro sexo, que se excita con más viveza y, pronto al placer que se mete por ojos y orejas, provoca la incontinencia. Estas diversiones no caben en mi casa. Escuche esos repiqueteos de castañuelas, esas palabras que ni siquiera pronunciaría el esclavo desnudo que permanece en el maloliente lupanar; gócese con esos gritos obscenos y con todo refinamiento del placer aquél que ensucia con sus vomitonas el mosaico lacedemonio; nosotros perdonamos esos gustos a la Fortuna”.

Pero estas muchachas de Gades no sólo se podían encontrar en fiestas y banquetes, sino que también pululaban por las calles donde merodeaban sobre todo por los alrededores del Circo Máximo. Eran jóvenes religiosas que se consagraban al dios Príapo bajo cuya protección ponían sus instrumentos musicales e incluso a ellas mismas.

Pero no sólo escritores y poetas han dejado testimonio de la existencia de estas tanto deseadas como denigradas bailarinas. También contamos con algún que otro testimonio plástico de ellas, como el grupo de danzantes que puede observarse en el relieve de Aricia, en el que destacan tres mujeres de espaldas y con los brazos levantados que se contonean vestidas con finas túnicas y portan crótalos en sus manos en un baile que recuerda mucho al descrito por Marcial o Juvenal. En otra zona de este relieve aparecía otro grupo de danzantes del que sólo se conserva completa la figura de una joven que baila con la túnica remangada en la cintura mientras entrechoca dos bastones entre contorsiones de cintura. De otra danzarina sólo se conservan una mano y los bastones, y la escena la completaría un bailarín. Tal escena puede representar la fiesta del Navigium Isidis o Navigium Veneris (de las naves de Isis o de las naves de Venus) que tenía lugar en muchos lugares del Imperio durante el primer plenilunio de la primavera y cuyo ritual aparece descrito en el libro XI de El asno de oro de Apuleyo, fiesta que en Gades gozaba de mucha antigüedad.

En un mosaico encontrado en el jardín de Santa Sabina, en la ladera del Tíber y muy cerca del Aventino, donde estaban los templos de Juno y Zeus, y que hoy puede contemplarse en los Museos Vaticanos, podemos ver en los laterales dos escenas similares: una bailarina sentada entre dos músicos vestidas con túnicas trasparentes y con los brazos levantados y las caderas contoneadas. La bailarina de la derecha toca los crótalos mientras que la de la izquierda ejecuta un paso de danza. La presencia de un enano da un toque jocoso que nos habla de las ejecuciones de las bailarinas gaditanas.

El origen de estas danzas habría que buscarlo en los rituales sagrados de Astarté, la gran diosa fenicia, que poco a poco fueron perdiendo su carácter sacro hasta convertirse en un juego sensual, un divertimento muy del gusto tanto de la plebe como de los patricios adinerados que contrataban los servicios de las puellae para agasajar a sus invitados en sus ostentosos banquetes.

Curiosa la historia de estas muchachas, ¿no? En nuestra ruta por Baelo Claudia tendréis la oportunidad de conocer a una de ellas, de que os hable de su azarosa historia, de sus rivalidades, de su pasado de gloria y su final junto a las olas que vienen a romper en la ensenada que acuna la ciudad de las factorías.


 Afrodita Gallipyge o de hermosas caderas (Museo de Nápoles). ¿Tuvo como modelo a una conocida puella gaditana?